A la sombra de la Peña de Francia (12)

 

Jose A. Solórzano, dominico.

 


 

¿Trilobites en La Peña…?
Sí, cruzianas por doquier

 

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Son muchos los pueblos que rodean a La Peña, a su Santuario y Hospedería conventual. Por el día, motean el paisaje visto desde la altura de La Peña. Por la noche, parecen pequeñas hogueras de campamentos que resguardasen el dormir de la Virgen de la Peña. Llevan siglos haciéndolo.

 

Todo aquello, hace unos 450 millones de años -mes más mes menos-, fue un mar inmenso. Hoy es un pliegue geológico con una riqueza tal que en Castilla no se encuentra en ningún otro lugar. Los que saben -mi amigo Cá es de los que más saben-, te hablan con tal entusiasmo que no puedes menos de admirarte, no sin perplejidad, de lo que aquella zona fue y aún conserva. Acaban de enviarme un artículo sobre la firma de un convenio entre la Universidad de Salamanca y el Centro de Interpretación de los Mares Antiguos de Monsagro para el diseño de robots-guía de trilobites. Ahí es nada…

 

Si usted no lo sabía, como no lo sabía yo hasta hace poco, es que es un ignorante de tomo y lomo del Cenozoico. A fuerza de bajar ¡y de subir! de La Peña a Monsagro (13 km), mi ignorancia es menor, pero imposible retener tantos datos curiosos cuando Maribel o Celia te lo explican. ¡Cuánto saben, por Dios, y qué bien lo cuentan! Son unas expertas en nombres difíciles de pronunciar y retener, pero lo explican tan bien que parece un cuento añejo que se ha venido trasmitiendo de generación en generación. Todo Monsagro es un museo con sus casas, calles, fuentes y plazas adornadas con trilobites. Sus multiformas embellecen dinteles y fachadas.

 

Y lo que es más curioso: cuando construyeron el Santuario de La Virgen de la Peña y la Hospedería conventual, los albañiles ya eran sabios en detectar cruzianas (restos de trilobites) y utilizarlos en los muros recios de mampostería y mezclarlos con otras piedras del lugar. Imagino que se dirían: si estos pedruscos llevan aquí millones de años y no sabemos qué son, pueden servirnos para que estos edificios se mantengan firmes otros tantos miles de años… Dicho y hecho.

 

 

 

Pero los de La Peña son nada en comparación con los de Monsagro. Impresiona verlos allí. Impresiona su historia – ya no son prehistóricos, son más- y cómo rastrearon aquel mar de antaño.

 

Mi amigo Cá me explica: Son cruzianas, restos de trilobites (una especie de bichos que buscan comida en el fango y al revolverse entre él dejan como una especie de canales muy característicos y que sirve a los geólogos –que ya sabes que tienen mentes calenturientas y teorías extravagantes- para justificar que ya en el Ordovícico (hace ya unos 480 millones de años)  pasaban hambre y se comían hasta las piedras (bueno, por lo menos las chupaban que siempre se dijo que tenían mucha sal). ¡Qué sería de nosotros sin los geólogos!

 

Si La Peña tiene sus curiosidades históricas -que al lado de los trilobites son un ayer que pasó, una vela nocturna que diría el salmista- Monsagro es un museo viviente, un museo al aire libre, algo sin igual e inesperado. Ortega y Gasset decía que “extrañarse, sorprenderse es comenzar a entender”. Monsagro le sorprenderá y comenzará a entender muchas cosas personales -entre ellas, la humildad que da el tiempo y sus misterios-, de sus raíces como ser humano, de lo que somos capaces cada uno y de “quién hablará de nosotros cuando estemos muertos…”. Alguien lo hará, no se preocupe. Si cree en la resurrección, usted no caerá en el olvido. Mire a los trilobites… 

 

A Monsagro debe bajar después de visitar, rezar, contemplar La Peña. Debe comer allí en el buen restaurante que hay a la entrada del pueblo. Después compre algún embutido (iba a poner embuTino) para llevarse a casa e invitar a los familiares o amigos en una tarde de tertulia contándoles todo lo que ha visto, y a las cinco, vaya al Centro de Interpretación, sin prisas. Aprenderá muchas cosas, se sorprenderá, no retendrá ningún nombre, pero da lo mismo; lo importante es que se admire de aquello que fue mar, mar salada, llena de trilobites y demás familia. Dudo de que haya otro Centro de Interpretación tal en el mundo, de que se encuentre un pueblo como Monsagro tan cargado de prehistoria, de historia, de misterio o de lo que quiera de aquel mar de secano que hoy es.

 

Al acabar, dé un paseo por el pueblo. Admire, comente en voz baja y luego, marche con tranquilidad antes de que se convierta en un trilobites o en una cruziana…

 

 

 

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