Tradiciones y fiestas

Son abundantes las tradiciones, gran parte de ellas perdidas definitivamente, algunas no hace relativamente tanto tiempo, como las de la calvochá que la chavalería celebraba el día de todos los santos, la cuartilla, especie de diezmo que los aspirantes pagaban a los mozos para ser uno más entre ellos, bendecir los campos desde el calvario el día de la festividad de Corpus Cristi, o una de las últimas desaparecidas, el tocar la esquila por las calles del pueblo al oscurecer.

Como en todas partes casi todas las tradiciones están vinculadas al calendario litúrgico, trataremos  de elaborar un recorrido cronológico por algunas de ellas, la mayoría, aunque no todas desgraciadamente, todavía en activo.

Comenzaban las celebraciones con el día de los Reyes Magos, enfocada como ahora a los menores de la localidad.

Seguidamente, el veinte de enero, San Sebastián patrón de los mozos, la víspera los jóvenes que ya habían pagado la cuartilla, cantan la alborada por las calles del pueblo y nuevamente tras una agotadora noche de fiesta se vuelve a cantar al alba, hecho lo cual a esperar la misa y procesión del santo, una vez terminado el acto litúrgico, convite en la casa consistorial sufragado por los mayordomos, invariablemente los quintos del año, posteriormente baile de tamboril, antaño amenizado por el  tío Custodio, o tío Piteo y en la actualidad por Julio el Serrano.

Una semana después, es decir el veintiocho, se repite prácticamente calcado el ritual, pero en esta ocasión son los hombres los encargados de todos los menesteres, excepto la mayordomía, que suele ser ostentada por el ayuntamiento, debido a que San Julián es el patrón de la parroquia y por tanto es una de las dos fiestas locales del pueblo.

El día cinco de febrero toca el turno a las mujeres y mozas de festejar de la misma forma a su patrona Santa Águeda.

Seguidamente los carnavales. En Monsagro tenía especial relevancia el martes, por la mañana los vecinos acudían a la plaza para asistir hasta el medio día a unas jornadas de trabajo dirigidas por el Ayuntamiento, tras la comida la gente se daba a catar el vino que el propio consistorio ponía a disposición de los  eventuales jornaleros, esto como es de suponer, caldeaba el ambiente  y propiciaba el que los más osados desaparecieran para aparecer vestidos de sacas, con el consiguiente terror que su advenimiento y el de sus acompañantes portando cencerros y cuernos, provocaba en la gente más menuda.

Cuarenta jornadas después, la Semana Santa, donde además de las procesiones y ritos religiosos, la chiquillería esperaba la llegada del domingo de resurrección para comer el consabido hornazo, concretamente en Monsagro el hornazo se comía el domingo de resurrección, al día siguiente lunes y por último el domingo de la semana siguiente, el llamado domingo Albillo.

En la jornada del Corpus Cristi se engalana el pueblo con las calles tapizadas de tomillo y las paredes luciendo colgaduras de ramas de castaño durante todo el recorrido en el que además se erigen varios altares.

El veintinueve de junio, San Pedro, en este día los llamados entonces amos, contrataban los criados para rodo el año. Era así mismo, el día elegido por los ganaderos para trasladar sus rebaños a los corrales de la Seca o el Agadón en donde permanecerían hasta el día de todos los Santos. Para los mozos la noche,  madrugada de esa jornada tenía una connotación especial. A lo largo de toda esa noche se dedicaban a decorar los balcones de las mozas más populares o de su agrado, con ramas de cerezas maduras, en tanto que a las que les caían menos bien, las obsequiaban con cardos y gordolobo (en Monsagro llamado gazapeo).

El catorce de septiembre, las fiestas del Cristo. El trece por la tarde toda la comunidad se desplaza a la ermita para subir en procesión el Santo Cristo del Amparo, bajo palio y a ritmo de tamboril. El catorce misa solemne, procesión, ofertorio, subasta del bollo y posterior convite a cargo del mayordomo si lo hay, y si no, a cargo del ayuntamiento que asume la mayordomía al ser esta la segunda fiesta local. El quince por la mañana procesión en el sentido contrario para depositar el Cristo en la ermita hasta el año siguiente.

Reflejar que, en la actualidad, tanto la celebración profana como la litúrgica,  ha sido  trasladada al segundo fin de semana del mes de septiembre.

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