La parroquia de San Julián de Monsagro entra de lleno en la Navidad.
Llegado el final del mes de noviembre comienza el adviento, las cuatro semanas anteriores al 25 de diciembre, como cada año, la totalidad de pueblos y ciudades de nuestro país – al igual que una gran parte del mundo – se prepara para recibir y disfrutar de la fiesta hogareña por antonomasia, la Navidad.
Monsagro desde tiempos inmemoriales, es uno más de los eslabones de la inmensa cadena que se apresta a celebrar la llegada del niño Jesús, no en vano, la noche del 24 se reúnen las familias en torno a una mesa común, familias que a lo largo del año residen en lugares distintos y remotos, se agrupan en torno generalmente de los padres, para al menos una vez al año ser una familia unida físicamente nuevamente, tras sufrir los avatares de dispersión propios de cada caso, ya que espiritualmente, la distancia no supone una traba vinculante, más aún si cabe, se convierte en el acicate que propicia el reencuentro llegadas estas entrañables fechas.
A pesar de que el adviento comienza cuatro semanas antes de Navidad, no es menos cierto, que hasta que las casas no se adornan con toda clase de luces, árboles y belenes, podemos decir que no se siente en plenitud el espíritu navideño, es por lo tanto, la contemplación de los ornatos pertinentes, lo que marca – en los pequeños pueblos carentes de iluminación específica callejera – la verdadera entrada en el tiempo de espera de la llegada, para los creyentes, además de sus familiares, del divino niño, y para el resto, únicamente el encuentro con sus seres queridos ausentes durante la mayor parte del año.
Pues bien, atendiendo a ese parámetro, desde el mismo domingo 5 de diciembre, en adelante, la parroquia de San Julián de Monsagro, puede considerarse – a la vista de los fieles, y los no practicantes para los que la simbología resulta secundaria – que ha entrado en el periodo navideño, sobre todo, porque a partir de esta fecha, queda instalado en ella el artesanal Belén que , como cada principios de diciembre, Juan Antonio Mateos ubica en el presbiterio del lado del evangelio, dicho portal desde hace ya unos cuantos años,, es el resultado de la propia imaginación del autor – en esta ocasión, resulta fácilmente identificable el tramo que representa las pedrizas y el trozo de sierra afectado por el incendio sufrido por la localidad en el mes de julio – por ello, a pesar de estar confeccionado invariablemente cada ejercicio con materiales prácticamente idénticos, recolectados del entorno tales como: tierra, hierba, arena, piedras, corcho , ramas secas y verdes de arbustos, entre otros, cada Navidad ofrece un aspecto novedoso, por lo que siendo el mismo, resulta ser, nuevo cada vez, el secreto, lo ya dicho, en la estructura y diseño difieren sustancialmente cada uno del anterior.
Resulta loable, que a pesar del acelerado abandono que padecen los pueblos, aún quede un puñado de optimistas recalcitrantes, empeñados en esforzarse porque las tradiciones se mantengan, en este punto es preciso hacer mención también de otros eventos, fiestas patronales, tradiciones rurales etc. en las cuales, a pesar de que haya una cabeza visible – como en el caso que nos ocupa – no deja de haber esforzados ayudantes dispuestos a colaborar en la costosa colocación de los efímeros materiales precisos para confeccionar tan rustica composición en honor al advenimiento del llamado niño Dios, que a la vez resulta ser el elemento aglutinador de la llegada de los deudos en pro de compartir unos agradables días en familia.
Tanto para unos, creyentes, como para otros, visitantes, la Navidad tiene el efecto benéfico de reunir a las familias, tan solo por eso – sin otras consideraciones – es digna de anunciarse con todo tipo de expresiones, incluso las adoptadas procedentes de tradiciones nórdicas o anglosajonas, personalmente prefiero las manifestaciones tan nuestras como el Belén, aunque bien sabido es, que los belenes tal y como los conocemos proceden de Italia, más concretamente de Nápoles, periodo cultural del Renacimiento, siglo XVI, aunque se atribuye a San Francisco de Asís el primero en 1223 y a Carlos III la introducción de la tradición en España , 1739. Tras esta muy resumida e incompleta historia belenística, que en nada desmejora el que la instalación del pesebre sea de facto, una inveterada costumbre muy del agrado popular; desgraciadamente cada vez menos usual en los hogares españoles, relegada, sin prisa, pero sin pausa, por el colorido y la inmediatez del abeto navideño, costumbre importada sobre todo, en el último medio siglo.
De ahí, la importancia que revisten gestos como los de Juan Antonio y sus improvisados ayudantes. Ánimo, y a seguir por muchos años.
Enhorabuena al Carruli, artista, que cada año sabe renacer la ilusión en muchos corazones con ese nacimiento que él proyecta y realiza, ayudado por sus aprendices….