La iglesia viste sus mejores galas para la festividad del Corpus.
El domingo 19 de junio, ya sin prácticamente restricciones,, el templo monsagreño viste una decoración floral para celebrar el Corpus Christi.
Por quinto año consecutivo, Cristina se ha encargado de decorar a la antigua usanza, el recinto de la parroquia, para con ello, poner la nota de exclusividad a la festividad del Corpus Christi, que como ya viene siendo habitual en los últimos tiempos, se celebra el domingo posterior al jueves en el que antes se celebraba.
Como queda dicho, antaño el Corpus se celebraba en jueves, de ahí el dicho popular «Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión» tanto la Ascensión – cuarenta días después del domingo de resurrección – como Corpus eran las fechas elegidas para las primeras comuniones, predominando Corpus sobre la Ascensión.
Al colorido del decorado floral de las calles y el templo, en épocas no tan remotas como pudiera parecer, se le añadía el resplandor de los trajes de comunión, blanco en las niñas y azul por lo general en los niños, con todo ello, la fiesta se convertía en una de las más esplendorosas del calendario litúrgico. En la actualidad, apenas quedan niños en el medio rural, por lo que, irremediablemente, va camino del olvido ese rasgo tan característico de la festividad del Corpus. afortunadamente, aun perduran el rito litúrgico y la procesión de la custodia por las calles de la localidad, parando en cada altarcito ubicado en la puerta de la casa de algún devoto, otrora, se solía colocar a los recién nacidos a los pies del altar callejero para recibir la bendición, en los tiempos que corren, son escasos los altares y menos aún los niños nacidos en el año, e incluso las calles, en otros tiempos rebosantes de tomillos, hiedras y pétalos de rosas tapizando el empedrado a lo largo de todo el recorrido, secundados por colchas y ramas de castaño ocultando la boca de las callejas, aparecen hoy carentes de decoración por falta de vecinos que cumplan con la tradición de engalanar cada uno de ellos. su trozo de calle.
Gracias a la abnegación de unos pocos, que contra viento y marea, emplean parte de su tiempo, tanto la iglesia, sus aledaños y alguna que otra porción del recorrido, siguen dejando entrever ciertos atisbos de una fiesta,, antes tan vistosa y colorista.
En lo concerniente a la iglesia, la voz cantante la lleva desde hace un lustro, Cristina, que con el apoyo, de unos cuantos incondicionales, se resisten a dejar perder la tradicional decoración.
Solamente queda, agradecerles a todos ellos – incluidos, por descontado, aquellos que siguen decorando y plantan el altar, en su trozo de calle – su desinteresado esfuerzo, y de paso, animarles a seguir, son sin duda, los representantes de un altruismo muy poco común en los tiempos en los que nos ha tocado vivir.
Enhorabuena a los/as que han dispuesto de forma tan extraordinaria el suelo de la Iglesia y los altares de las calles. Así se hacía y agrada ver que, tra pandemia, se sigue haciendo.