La iglesia de Monsagro luce un suntuoso decorado floral para la celebración del Corpus Christi.

El templo, lujosamente decorado, abre sus puertas para la festividad de Corpus.

El domingo catorce de junio, la parroquia de San julián de Monsagro, luciendo sus mejores galas abrió sus puertas para recibir como cada año a los fieles que acuden a celebrar la tradicional festividad del Corpus Christi. Aunque bien es cierto, que este año con una novedad más que significativa, las medidas de seguridad orquestadas para cumplir con las recomendaciones que las autoridades sanitarias han dictado.

En honor a la verdad, algunas de las restricciones de obligado cumplimiento, como la del aforo o, el distanciamiento no ha sido difícil de cumplir, ya que debido a la progresiva y constante despoblación del medio rural, en municipios como Monsagro los residentes son cada vez más escasos, y sin embargo, los recintos comunales como la iglesia, siguen siendo los mismos que cuando el municipio tenía una población considerable.

Qué duda cabe de que la aparición de la pandemia Covid 19, ha modificado – de manera drástica y notoria – la forma de vida de la población mundial y Monsagro no se ha visto libre de dichas alteraciones, pero no es menos cierto, que a pesar de ello los vecinos de la villa, cumpliendo estrictamente con los protocolos recomendados, no han querido dejar pasar la oportunidad de celebrar una fiesta tan cromática como la de Corpus Christi.

Un año más – a pesar de que las restricciones condicionan la celebración – bajo la dirección de Cristina, ayudada por Manoli, Maribel y Angelines, la iglesia ha sido engalanada como en años anteriores, logrando paliar en cierta medida, el hecho de que dicha fiesta se haya tenido que circunscribir al templo, anulándose la consabida procesión por las calles del pueblo, que este año no presentaban el habitual manto de flores tan característico de día tan señalado.

Con todo y con eso, el domingo de Corpus  se ha celebrado con la solemnidad y el boato casi habituales, y la iglesia un año más, lucía una esplendorosa y colorida decoración a la que nada restaban las obligadas mascarillas que tanto el sacerdote, como los fieles portaban.

A lo largo de los más de tres cuartos de hora del oficio religioso, los asistentes pudieron abstraerse de la pandemia, y con total seguridad, en más de algún caso, rememorar un Corpus Christi pretérito en el que las primeras comuniones eran otro elemento relevante que añadir al colorido e importancia de la celebración. 

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