Fiesta para despedir el verano.

La celebración de las fiestas del Sto Cristo del Amparo, preludian el fin de este caluroso verano del año 2023.

Llegado el segundo fin de semana del mes de septiembre, toca homenajear al Santo Cristo del Amparo, que durante, prácticamente  doce meses reside en la ermita del Humilladero, a la cual está adosado el camposanto donde reposan los restos mortales de los ancestros de Monsagro.

La víspera del fin de semana – viernes 8 – pistoletazo de salida para las fiestas patronales de verano con la subida de la imagen hasta la iglesia donde a lo largo de dos días estará presidiendo las celebraciones litúrgicas desde el lado izquierdo del presbiterio, debidamente engalanado y, sobre las andas que le permitirán salir en procesión el día grande – sábado – para nuevamente el domingo por la tarde, regresar al retablo de la ermita, donde pacientemente esperará – esparciendo su sombra benefactora sobre las tumbas – la llegada de un nuevo fin de verano, para volver a repetir el ciclo que año tras año, desde tiempos inmemoriales, le devuelve el protagonismo absoluto en lo tocante a lo litúrgico, en lo concerniente al apartado lúdico-festivo, los protagonistas indiscutibles son los residentes, en especial, los mayordomos, encargados de organizar los festejos, tanto en un apartado, como en el otro, ellos se encargan de distribuir a la gente destinada a portar las andas del Cristo, los pendones, organizar el convite, la comida y, el acompañamiento musical, en los actos religiosos, consistente en la actuación de un tamborilero en los pasacalles y rituales eclesiásticos, tales como: subida y bajada de la imagen, ofertorio, procesión.

En el año 2023, los mayordomos han sido un cuarto largo de centena de personas jóvenes, pertenecientes, en su mayoría, a la antigua peña «Calderete» que decidieron reunirse en su pueblo de origen, para conjuntamente participar – siendo los mayordomos – de la ancestral fiesta de verano de Monsagro – antaño celebrada el 14 de septiembre y, desde hace ya algún tiempo, trasladada al segundo fin de semana del mismo mes – para tener algo especial que recordar en tiempos venideros, cuando vuelvan a juntarse, casi con seguridad por las mismas fechas, pero con algunos años de más y responsabilidades distintas, a buen seguro.

Las fiestas del Cristo de este año, en lo perteneciente a los ritos católicos, siguieron como siempre, sin variación, subida la víspera de la imagen, misa solemne, procesión, bailes y rifa del bollo el día mayor y, bajada de la imagen hasta la ermita la tarde posterior a la jornada grande, nada que resaltar, el mismo boato, el mismo fervor y el mismo corolario ceremonial de toda la vida. En lo que si se diferencian es, en el apartado laico, que cada año varía, tanto en las actuaciones, como en la cantidad de ellas, siempre supeditadas al albur de los mayordomos – o en ausencia de ellos, al Ayuntamiento, que ejerce la mayordomía en estos casos.

Tras tan larga introducción, y en aras de cumplir – aunque sea en menor medida – con el aforismo de Baltasar Gracián, que predica aquello de «Lo bueno si breve, dos veces bueno, y aún lo malo, si poco, no tan malo» pues bien, atendiendo a esto, lo único que resta es, relatar sucintamente, el cartel de fiestas.

El jueves 7 por la tarde, colocación de guirnaldas y banderines; fuera de programa se trajo y plantó la cucaña en los aledaños del frontón previo a la competición de Beer pong. La noche terminó con una actuación de flamenco; primeras actividades, que sirvieron como introducción a la fiesta propiamente dicha, que tiene, como es habitual,  en la subida del Cristo su primer acto – digamos oficial – la tarde del viernes, para dar paso seguidamente a bailes charros en la Plaza, actividad telonera de la posterior, en la que la charanga «Manliao» se hizo cargo de amenizar la tarde hasta la hora de la foto grupal con la camiseta de los mayordomos, que a su vez, dio paso a la verbena popular a cargo del grupo «Apolo» hasta la madrugad, momento en el que tomó el relevo la actuación de un DJ.

El sábado 9, la fiesta grande, pasacalles tradicional, desayuno ofrecido por los mayordomos antes de la solemne misa mayor con procesión, ofertorio, rifa del bollo y bailes ante la imagen, dando paso, seguidamente, al convite en los locales de las antiguas escuelas. A partir de las 16h, concurso de disfraces, tanto infantiles, como adultos, en la Plaza, con temática basada en el circo. Posteriormente, carretones y, ya a las 17,30, encierro y capea de vaquillas, para a su terminación, bailar al ritmo de la charanga «La Escala» como paso previo a la verbena amenizada por el grupo musical «Gran Slam» y para rematar la  jornada, muy de madrugada,, la actuación nuevamente, de un DJ.

El domingo 10, cierre de fiestas con el pasacalles tradicional por la calles de la localidad, desayuno ofrecido por los mayordomos, nuevamente antes de afrontar, a las 13,15, la eucaristía previa a la devolución de la imagen a la ermita, con todo el boato preceptivo. Sobre las 14:30, el frontón se convirtió en un improvisado comedor, en el que se dispensó comida para todos, por cortesía de los mayordomos. Esto pro la mañana, la tarde comenzó con castillos hinchables, para regocijo de los más pequeños, a las 19h, actuación  de canción española,  a cargo de la artista «María Mercedes» en el escenario de la Plaza. en el último tramo de estas fiestas, parrillada para todos los asistentes y, como colofón, al termino de la misma, pasacalles de cierre de fiestas y por ende, casi de verano.

La lluvia reclamó su parte de protagonismo, y tras un amago la tarde del viernes, que al final quedó en nada, el sábado, a punto estuvo de impedir la procesión, de hecho, el ofertorio se llevó a cabo con una persistente lluvia, lo que obligó a regresar al templo de forma precipitada, una vez en el, se procedió a subastar el bollo maimón y a bailar delante de la imagen colocada en el lugar del presbiterio que le corresponde. El festejo taurino se celebró puntualmente, a pesar de que, de nuevo el agua se empeñó en reclamar su parcela de protagonismo, al igual que el inicio de la verbena,  también bautizado, aunque sin la suficiente contundencia como para conseguir anularla, no se salió con la suya el agua, empecinada tal vez – con su inoportuna presencia – en demostrar que el verano como tal, pasará a ser en breve, algo para recordar.

Un año más, las fiestas del Cristo se acabaron, y con ellas, la convivencia fraternal e intergeneracional que estos tres días proporcionan, sin duda, un halo de tristeza por lo que se acaba, pero a su vez, una fuente de añoranza por lo vivido y, un deseo de repetición para el año venidero.

Quedamos todos emplazados para dentro de un año, no se admiten escusas.

Vivan las fiestas del Cristo, viva Monsagro.

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