Adorno extemporáneo.

Abril se viste de blanco para emular la floración de los cerezos.

Como, si empujado por la envidia de ver el inmaculado color de los cerezos en flor, un mes después de iniciada la primavera, abril se viste con un manto blanco, con la malsana intención, de robarle protagonismo a los árboles, que en plena floración despliegan sus mejores galas, como preludio del intenso rojo de sus frutos, a su vez, anunciadores del verano.

La noche del martes diecinueve, la nieve comenzó a tapizar los tejados de Monsagro para vestirlos con una manta blanca, más propia de fechas anteriores, si bien es cierto, que en los últimos tiempos, es más frecuente ver nevar en primavera que en el crudo invierno, no lo es menos, que sigue pareciendo poco adecuado verla, cuando ya la primavera está lanzada, sin duda, lo del cambio climático es una realidad tangible sin necesidad de estudios científicos que lo corroboren, con un simple ejercicio de memoria, los que ya peinen canas, no necesitan otra cosa, que retrotraerse mentalmente en el tiempo, para constatar la gran diferencia de los tiempos actuales, con los de su infancia y juventud.

A pesar de lo inusual, por lo intempestivo de la fecha, la aparición de la nieve, no deja de ser un espectáculo visual efectista.

La gélida blancura de la nieve cubriendo los campos y tejados, cautiva la mirada del espectador, por lo bello de la estampa que dibuja, otrora, marco representativo de felicitaciones navideñas, hogaño, efímera alfombra resplandeciente, borrada en escasas horas por las temperaturas primaverales del avanzado mes de abril. Un mero, extravagante y extemporáneo decorado, a todas luces inapropiado, para la estación climática en curso.

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